Imagina por un momento que estamos sentadas juntas, disfrutando de nuestra bebida favorita y hablando de lo que casi todas las madres hablamos cuando nuestros hijos no están cerca (es que no lo podemos evitar)… Una situación corriente para dos amigas y en la que habitualmente también aprovechamos para sincerarnos, compartir experiencias y ayudarnos la una a la otra.
Precisamente sincerarme contigo y compartir algo muy personal e íntimo es lo que quiero hacer hoy. Y quiero hacerlo además con la intención de que mi experiencia te sirva para que tu niña o tu niño siga creciendo sano, seguro y libre.
En la foto que ves un poco más abajo estoy yo cuando era una niña en una actuación del colegio. Cada vez que la veo junto a mi mami, ella siempre me recuerda que la profesora, mientras terminaba los preparativos, me dio el micrófono para sostenerlo por un momento… Sin embargo, con toda mi inocencia de niña, una voz aguda y sin entonar una sola nota, me dio por empezar a cantar.
Te puedes imaginar la cara de la profesora al escucharme… Por suerte ella se unió a mi iniciativa y comenzó a cantar conmigo.
Yo sin embargo, cuando veo esa misma foto, lo que sí recuerdo es que a esa edad ya había sufrido mi primer abuso sexual… En aquel momento yo era ya una ‘presa fácil’ para otros abusos que vinieron años después… siendo también una niña, como adolescente e incluso cuando me convertí en una mujer adulta.
Puede que te estés preguntando que por qué te cuento esto ahora…
Principalmente porque es muy importante que todas y todos seamos conscientes de una realidad que podemos tener más cerca de lo que pensamos y sin darnos ni siquiera cuenta. Solo así podremos trabajar correctamente en la prevención para que nuestras niñas y niños crezcan libres de esta epidemia.
¿Quieres que me siga sincerando contigo? Pues te cuento…
Hace un tiempo, con mi primer hijo en la teta, me dije a mí misma: “Carolay, se acabó. Hasta aquí”… A partir de ese momento hice todo lo que estaba en mis manos para salir de ese estado de víctima y poder hacerme “responsable”, por fin, de mi vida.
Estudié durante años (y lo seguiré haciendo el resto de mi vida) todo lo relacionado con el trauma y la infancia, y lo hacía al mismo tiempo que recibía tratamiento psiquiátrico y psicológico. Y todo mientras conocía las terapias más integradoras y holísticas… En fin, un trabajo muy potente y empoderador de reparación interna.
Te puedo decir que todo eso me ayudó mucho… ¡Muchísimo!
¿Pero sabes qué es lo que marcó la diferencia?
La comunicación.
Por un lado, la comunicación conmigo misma para entender lo que me había pasado y por qué se había repetido en múltiples ocasiones.
Y por otro, la comunicación con mi madre, con la cual no había tenido el empoderamiento necesario para contárselo en su momento y evitar posibles abusos futuros… (Por favor, no me malinterpretes, no culpo a mi madre)
Todo eso forma parte del proceso de aceptación que tuve que realizar estos últimos años, pero también es lo que me ha servido para entender al 1000% que establecer unos lazos de comunicación sólidos con nuestras hijas e hijos es la clave de todo.
Ahora soy madre, tengo dos hijos y desde que nacieron estoy realizando una fuerte labor de prevención mediante una crianza consciente y en la que les ayudo a detectar, comunicar y prevenir situaciones de riesgo.
Podríamos decir que lo que hago es reforzar nuestros lazos de comunicación para que cada día sean más sólidos y aumentar la confianza en ellos mismos.
Ahora me gustaría invitarte a que reflexiones sobre lo que te acabo de contar. Y creo que son tres las opciones que tienes:
Recuerda siempre que la prevención es tu responsabilidad…
Espero que este artículo, en el que he querido presentarte un pedacito de mi historia, te ayude al menos a pararte y preguntarte ¿Qué estoy haciendo para ayudar a mi hija o hijo a crecer seguro y libre de abuso?
Muy pronto compartiré contigo más artículos en los que te hablaré de la prevención desde la calma y la naturalidad.
Te espero.